martes, 20 de diciembre de 2011

Januca, El milagro que se busca: Por Federico Surijon

Según la definición del Diccionario de la Real Academia Española, milagro es un “hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino”. La palabra “milagro” encuentra su raíz en el latín miraculum que significa “mirar”. Miraculum proviene de mirari, que en latín significa “contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción”.

Sin embargo según el contexto o el enfoque con el que se aborde el término, el mismo tomará diferentes aristas y significados. Por ejemplo, a pesar que hoy en día conocemos y podemos explicar, gracias a la ciencia y tecnología, un montón de fenómenos que antes escapaban a nuestro entendimiento, como por ejemplo la concepción de una nueva vida, la salida del sol, la formación de un eclipse, etc., hay quienes siguen llamando a muchos de éstos “un milagro”. Ya sea así por costumbre, porque si bien entendemos los fenómenos nos siguen sorprendiendo, o somos creyentes y vemos en todos los eventos la presencia Divina, la palabra milagro está en nuestro vocabulario cotidiano ayudándonos a describir algunos hechos o sentimientos con sencillez.

Ahora bien, existe un común denominador en la mayoría de las definiciones que alcanza esta palabra. Sin importar a qué llamemos “milagro” parece repetirse el hecho de entenderse a éste, como un fenómeno que debe esperarse pasivamente. Ocurrirá por intervención Divina, sucederá por simple coincidencia de eventos, cualquiera sea su razón, no se puede hacer más que esperar que pase, o en los casos de los creyentes rezar con esperanzas por su concreción.

Quiero proponerles en este articulo tratar de cambiar la visión que tenemos sobre el milagro ¿Por qué no nos convertirnos nosotros también en autores de su existencia? En lugar de esperar que acontezca, o solamente rezar, por qué no ser instrumentos activos de la producción del milagro.

Coincidencia

La comunidad judía celebra la Festividad de Januca (Inauguración). Ésta es una festividad que se celebra por ocho días y comienza en el día 25 del mes kislev según el calendario hebreo. Este año la festividad acaece según el calendario gregoriano, entre los días 21 a 28 de diciembre, coincidiendo con la Navidad cristiana.

Los hechos que son recordados durante esta festividad son un claro ejemplo de aquel milagro que se persigue y se gesta, en forma activa, en donde el humano se convierte en socio de la creación del prodigio con la Divinidad.

Cuando es coronado Antíoco IV Epífanes (175 y 164 antes de la era común) como emperador de Antioquía (Siria), éste decide helenizar al pueblo de Israel, prohibiéndoles continuar con sus tradiciones y costumbres, tales como el Brit Mila (la circuncisión religiosa), la observancia del Shabat (el día séptimo consagrado a Dios), la lectura de la Torá (libro de la ley o Pentateuco), etcétera. Un grupo de judíos conocidos como los Macabeos, comandados por Matitiau, se levantaron en contra de los soldados griegos, ya que se negaban a hacer actos que iban en contra de su tradición religiosa y cultural. Tuvieron una lucha difícil, eran una minoría combatiendo contra el ejército griego; sin embargo sus estrategias y su convicción, los llevaron al éxito. Este es el primer milagro del cual nos habla la festividad de Januca. Unos pocos inexpertos en la guerra, lograron vencer a uno de los ejércitos más poderosos de la época. Los valerosos Macabeos podrían haber esperado pasivamente que las cosas mejoraran, podrían haber permanecido sentados orando para que la situación mágicamente se resuelva, sin embargo decidieron tomar el toro por las astas y salir a buscar el milagro, a poner su granito de arena para trasformar aquella realidad adversa. Ellos sabían, imbuidos en una profunda fe, que Dios los ayudaría, pero que debían realizar su parte. La victoria no sería servida en bandeja.

El candelabro de ocho brazos

No obstante una victoria militar no es condición suficiente para que el pueblo judío, que posee una experiencia histórica milenaria celebre anualmente una festividad. La tradición nos habla de un segundo milagro. Cuando termina la guerra, los macabeos ingresan al Gran Templo de Jerusalén que había sido profanado y saqueado por los griegos. Era necesario limpiarlo y ponerlo en condiciones para su reinauguración. Pero los valientes macabeos se encontraron con una dificultad. La Menorá, un candelabro de siete brazos que debía estar siempre prendido, estaba apagado y sólo había aceite suficiente para encenderlo durante un solo día. Tardarían ocho días en tener listo más aceite apto, lo que hubiera imposibilitado cumplir con el precepto de encenderlo cada día. Sin embargo, ese poquito de aceite que tenían, milagrosamente mantuvo prendida la Menorá durante esos ocho días que necesitaban para conseguir más aceite. Por esta milagrosa razón, es que durante esta festividad se prende un candelabro de ocho brazos, más uno mayor (conocido como Shamash o vela piloto) con el que se enciende el resto de las velas. En la primera noche, únicamente se prende el brazo mayor y una vela, y cada noche se va agregando una, hasta el último día en el que todo el candelabro se enciende completamente llenando los espacios de luz, conmemorando el milagro del aceite. Por esto, Januca es llamada también Jag Urim (Fiesta de las Luminarias).

Nuevamente aquí nuestros antepasados nos enseñan a ser artífices activos del milagro. El aceite no era suficiente, podrían haber decidido mantener el candelabro apagado y posponer la reinauguración del Templo, o tal vez llorar y gemir al Creador para que el aceite se materializara por mandato Divino. Lejos de eso, decidieron dar el primer paso para la concreción del milagro. Encendieron la primera llama que dio origen al prodigio.

La gesta de los macabeos nos enseña que el milagro se forma de la decisión y acción concreta del humano y el acompañamiento Divino, sin lo primero no habrá lo segundo.

Muchos pedimos por paz, en nuestras oraciones y en forma de exigencia a los líderes mundiales, pero pocas veces hacemos el ejercicio de interpelarnos para ver cuánto de nosotros ponemos para concretar esa paz. Queremos que el hambre en el mundo se acabe, pues preguntémonos qué estamos haciendo nosotros para que ello ocurra. El milagro no caerá del cielo, la responsabilidad de crear un mundo mejor es de todos, no sólo de Dios, ni de las autoridades religiosas o gubernamentales.

Valor universal

Los significados que sedimentan en las palabras con las que nos comunicamos hablan de nuestra idiosincrasia. Al principio del artículo manifesté que la palabra “milagro” proviene de “mirar”. Hasta el mismo término nos convierte en observadores pasivos. “Milagro” en hebreo se dice “Nes”, término que no sólo se refiere a un hecho sobrenatural que se debe mirarse con asombro, sino también alude a “estandarte” o “señal”. Desde este punto de vista ya no somos sólo espectadores del fenómeno, también somos quienes elevamos el estandarte y producimos la señal.

Uno de los preceptos que se exaltan durante Januca es aquel que se conoce en hebreo como “pirsum hanes”, en castellano “publicar el milagro”. Esto implica el compartir esta celebración con otras culturas. Y no es casual que esto sea así, pues el concepto de convertirnos en artífices de nuestros milagros, responsabilizándonos en fraguar con nuestras propias manos una vida mejor para todos, con respeto por la diversidad, con las necesidades básicas de todos resuelta y en paz es un valor universal.

domingo, 24 de abril de 2011

Jazan Federico Surijon: Pesaj

El jazan Federico Surijon habla acerca de la festividad de Pesaj en el programa "Todo Lo Que Pasa" que fue emitido por canal 13 de Santa Fe el día 19/04/2011


viernes, 7 de enero de 2011

¿Qué significa ser Jazan?




Por Federico Surijon


Varias veces me han preguntado qué significa ser jazan. Creo que hay dos maneras de contestar a esta pregunta. La primera es lo que la práctica de la profesión cotidiana marca, es decir, una respuesta técnica o profesional, la segunda transita en el terreno de lo sentimental, consistirá en una respuesta en la cual seguramente encontraremos las palabras pasión, vocación y misión.

Empecemos por la primera. Para definir la profesión del jazan desde lo técnico existen varias maneras de abordarlo, una primera aproximación podría ser el estudio de los nombres que el cantor litúrgico judío recibe. Jazan proviene de la palabra jazon que significa visión, probablemente referido al hecho que los primeros jazanim fueron quienes habían aprendido la liturgia de observar lo que sucedida en el Beit Hamikdash y en las primeras sinagogas. Me gusta imaginar que el término jazan está más emparentado con el significado que toma la palabra “Jazon” en el capitulo primero del libro de Isaias, es decir, visión profética. Desde este punto de vista, el jazan no sería un observador, sino un visionario. Es aquel que tiene la capacidad de ver las necesidades espirituales de su congregación y conducir la tefila en función de esas necesidades.

Otra manera de llamar al jazan es “Sheliaj Tzibur” enviado del público. No es un enviado que mediará, o rezará en lugar de la congregación. La tradición judía nos enseña que cada uno de nosotros tiene la obligación y el derecho de dirigirse al Supremo personalmente sin intermediarios. El jazan sería en realidad un enviado cuya función es la de facilitar el rezo, quitar del camino aquellos obstáculos que podrían dificultar a los miembros su kahal, mientras estos transitan através de las oraciones.

El jazan suele ser denominado Baal Tefila, dueño del rezo. No en términos de posesión, sino en responsabilidad, por su comunidad. El jazan profesional debe tener algunas cualidades que lo hacen apto para tal responsabilidad. Debe tener ciertas aptitudes musicales y vocales las cuales tendrá que potenciar con el estudio teórico y práctico del lenguaje musical y la técnica vocal. También es importante que el mismo posea conocimientos de judaísmo en general y de la liturgia judía en particular. Debe tener manejo de los signos de catilación con los cuales se leen públicamente los textos sagrados y del Nusaj o motivo musical con el cual las oraciones son recitadas y de otras melodías ya sean tradicionales o modernas, alternativas para el mismo fin.

Si bien la mayor parte de la labor de un jazan está tradicionalmente dirigida hacia lo litúrgico, a menudo es igualmente requerido en tareas educativas y promoción del desarrollo de los proyectos comunitarios, razón por la cual corresponde que el jazan posea conocimiento de pedagogía, comunicación social, de formación y desarrollo institucional.

Habiendo abarcado ya todo lo referido a la formación y desarrollo profesional del jazan, entremos en la segunda parte de mi respuesta, tal vez la parte más difícil de trasmitir en palabras.

La jazanut para mi es una pasión. No me imagino mi vida sin ella. Está entremezclada en cada uno de los aspectos de mi vida. Desde muy chico descubrí que cantar me provocaba satisfacción, es la mejor manera en la que me puedo expresar y todo eso se potencia aun más, cuando la melodía se combina con las palabras de nuestro Tanaj, con las poesías de nuestros cabalistas, con las enseñanzas de nuestros sabios, con la búsqueda constante de conexión con la Divinidad y con mi prójimo a través de las oraciones tradicionales de mi pueblo.

La jazanut para mi es una vocación. Es en el terreno que elijo desarrollarme profesionalmente. Es un llamado, una demanda interna relacionada íntimamente con mi propia identidad.

La jazanut es para mi una misión. Cuando estudiaba para mi ceremonia de Bar Mitzva, recuerdo que un texto del libro que utilizábamos en Talmud Tora decía algo así: la función del judío es hacer “Letaken Olam” arreglar el mundo, ser socios de la creación con D”s. Hoy sé que aporto mi granito de arena para tal fin por medio de la jazanut. Al principio de cada servicio religioso o inicio de un grupo de estudio suelo decir que si uno se va al terminar la tefila o el estudio de la misma manera que entró, entonces solo perdió el tiempo. La tefila y el profundizar en nuestras fuentes debe generar un cambio positivo en nosotros, como jazan creo que mi función es la de ser Agente de Cambio.

La jazanut es la manera que tengo de brindarme a los demás, no hay mejor premio para mi que saber que ayudé a alguien a alcanzar su kavana, que influí en alguna persona para que se acerque a nuestras fuentes, que abrí algún corazón cerrado, que ayude a cicatrizar alguna herida espiritual, feliz soy, si logré perforar la armadura de algún feligrés indiferente con mi voz. La jazanut es para mi un acto de amor para mi pueblo y mi D”s.

La jazanut son también un montón de otras cosas que no se expresan en palabras sino en acciones y sensaciones.